Sáb 04-Jul-2009, 10:46AM
Aunque la luz inundaba su habitación a través de la ventana, lo que acabó despertándole fue el calor.
Germán estaba acostumbrado al calor. Vivir casi toda tu vida en una de las ciudades más cálidas de Europa suele ayudar. Pero el clima bochornoso que casi todas las ciudades mediterráneas deben soportar era bastante diferente al calor mucho más seco de Sevilla. Sólo había veintiséis grados en el exterior, pero la humedad hacía que pareciera mucho peor.
Todos habían acordado que necesitaban un descanso antes de intentar digerir el contenido del e-mail recibido por Germán. Rin parecía especialmente agotada, y tanto ella como Fatimah aceptaron rápidamente la oferta de quedarse a pasar el resto de la noche. Las dos hechiceras habían ocupado una de las habitaciones de invitados libres en la primera planta, mientras que Saber insistió en montar guardia. Por lo visto los Servants no necesitaban dormir para seguir funcionando a pleno rendimiento.
Germán fue el primero en despertarse y Saber no parecía estar por los alrededores, así que tras una ducha rápida decidió preparar desayuno para cuatro. Nada demasiado espectacular, sólo unos cuantos huevos revueltos, panceta y tostadas además de cualquier pasta o bollo que pudo encontrar en los armarios de la cocina. Aún así, el delicioso aroma de comida y café caliente recién hecho rápidamente alcanzaron el piso superior, y no pasó demasiado tiempo hasta que Fatimah bajó apresuradamente las escaleras, seguida de cerca por la Servant.
“Hmm, eso huele de maravilla. Saber, parece que tu Master será capaz de mantenerte bien alimentada”, dijo a modo de saludo, guiñando un ojo a la muchacha.
“Ciertamente. El hambre es un enemigo peligroso que debe ser derrotado rápida y decisivamente”, Saber contestó con absoluta seriedad. “Buenos días, Master. Espero que vuestro descanso haya sido fructífero”.
“Lo ha sido, gracias. Buenos días a las dos. Eh, ¿dónde está Rin? Si de verdad quiere coger ese avión esta tarde le convendría darse algo de prisa”.
Fatimah resopló mientras intentaba contener la risa. “Cuando salí de la habitación hace cinco minutos estaba empezando a moverse y rezongar, así queee... calculo que estará completamente despierta en unos quince minutos y completamente funcional en, hum, más o menos dos horas. Rin no tiene buenos despertares. Jamás. Ya lo verás, es algo bastante espectacular”.
Su estimación fue exactamente correcta. Apenas habían terminado de poner la mesa y estaban a punto de empezar a devorar la comida cuando una sombra desgarbada se arrastró hasta la sala de estar, farfullando algo que sonó parecido a “Grrnsdías”.
“¡Buenos días, senpai!”, Fatimah respondió alegremente, una brillante sonrisa adornando su cara morena. Los otros dos sólo observaron la escena con los ojos abiertos de par en par. “¡Tienes un aspecto tan genial como siempre en esta magnifica y soleada mañana, sin duda!”
Rin se quedó allí, mirando fijamente a Fatimah con ojos medio cerrados, su melena completamente despeinada y sus ropas llenas de arrugas, antes de proseguir su avance a trompicones mientras murmuraba “No puedo hablar. Me duele la cabeza. Necesito leche. Te mataré después” y desaparecer en el interior de la cocina.
* * * * *
Sáb 04-Jul-2009, 12:21PM
“Bien, vamos a sacar algunas conclusiones”.
Una versión mucho más animada de Tohsaka Rin se dirigió a los otros tres después del desayuno. La comida, un vaso de leche y una ligera sesión de gimnasia verbal (con Fatimah como sparring) habían tenido efectos milagrosos. Incluso había encontrado tiempo para repasar las instrucciones del ritual de invocación recibidas y utilizadas por Germán.
“Para empezar, esto no es la Guerra del Santo Grial tal y como yo la conocí. Bastante evidente, supongo. Pero los puntos en común son demasiados y demasiado grandes como para ignorarlos”. Sacó el pequeño manual. “Esto, por ejemplo. El ritual de invocación es igual en un noventa por ciento al que utilicé hace seis años. El diez por ciento restante sirve para justificar la ausencia de los Conjuros de Obediencia y el... digamos, extraño método utilizado para reunir la energía necesaria, usando al Master como una especie de embudo que absorbe todo el mana a su alrededor. Eso fue lo que creó esa enorme zona de magia muerta a nuestro alrededor, por cierto”.
“Esto nos lleva al segundo punto. El Grial, o lo que sea que esté controlando esta...”
“Es el Grial”, interrumpió Saber. Ella también tenía mejor aspecto esa mañana. Si era debido al abundante desayuno o a otros motivos, Germán no podía asegurarlo. “Yo no estaría aquí si no fuera así”.
Rin parpadeó. “De acuerdo, creeré tu palabra al respecto. Por tanto, este Grial es también muy diferente al que destruimos. Parece ser inferior en cuanto a potencia pura, y por tanto necesita recoger energía a través de los Masters para convocar a los Servants. Pero también parece tener una mayor longevidad, si podemos fiarnos de esa duración estimada de dos años. Y por otro lado tenemos a los propios Masters, por supuesto. No reconozco a ninguna de las siete familias involucradas, así que supondré que la mayoría o todos son magos aficionados en el mejor de los casos”. Había cierto nivel de desdén en su voz mientras pronunciaba esas palabras. “Por no mencionar el hecho de que los nombres hayan sido hechos públicos. Eso habría sido totalmente inconcebible en el pasado...”
Tras una breve pausa, dirigió su mirada hacia Germán. “Así que, ¿qué planes tienes a partir de ahora?”
Podía sentir los ojos de las tres mujeres clavados en él: estaba a punto de enfrentarse a su primera prueba como Master. Germán respiró hondo antes de contestar.
“Quiero ganarlo en el campo”, dijo, devolviendo la mirada a Rin. “Tal vez sea un aficionado como mago, pero confío en mis habilidades como entrenador. Por otro lado, tampoco puedo ignorar al resto de participantes, y no tengo manera de saber qué estarán pensando. Por tanto”, y volvió su atención hacia Saber, “no bajaré la guardia. Prepararemos una buena defensa por si a alguien se le ocurre intentar algo peligroso, y pienso investigar a mis rivales tan en profundidad como me sea posible. Y creo que eso es todo por ahora. Todavía tengo que discutir los detalles con Saber, apenas hemos tenido oportunidad de hablar hasta ahora. Estoy seguro de que los dos tenemos muchas preguntas que hacer y contestar”. Sonrió y se encogió de hombros.
Saber asintió una única vez, su concentrada y resuelta expresión habitual inmutable. Rin suspiró antes de decir “Como primer esbozo de un plan parece bastante decente. De todas formas sería demasiado temerario atacar antes de saber exactamente a qué os enfrentáis”. Detrás de la hechicera, Fatimah alzó un pulgar, sonriendo. Por lo visto Germán había pasado la prueba.
“Bien, parece que mi trabajo aquí ha acabado”, Rin prosiguió. “Intentaré investigar más en profundidad este nuevo Grial y quién está detrás de todo esto una vez vuelva a Londres. Algo tan grande no puede haber pasado desapercibido para la Asociación, y estoy realmente interesada en descubrir cuánto tienen en común esta ‘Dream Cup’ y el original... Os mantendré al tanto de lo que encuentre, siempre y cuando revelarlo no suponga mi inmediata decapitación si soy... un momento, ¿qué hora es?”. De repente empezó a mirar nerviosamente a su alrededor, en busca de un reloj en alguna de las paredes de la habitación.
“Las doce y media”, Germán contestó con calma, comprobando su reloj de pulsera y sonriendo maliciosamente. “Tienes exactamente tres horas y cuarenta minutos para caminar de vuelta a la ciudad, recoger tus trastos, llegar al aeropuerto, facturar, pasar los controles de seguridad y embarcar en tu vuelo. Un poco justo, creo yo”. Su sonrisa se amplió a medida que el pánico de Rin aumentaba tras cada palabra. “¿Quieres que te lleve?”, añadió justo antes de que el pánico se convirtiera en un ataque histérico en toda regla.
“Hmmm”, la hechicera gruñó, enviando miradas asesinas hacia Fatimah, quien intentaba (y no lograba en absoluto) disimular su hilaridad. “Me parece que estás aprendiendo demasiado y demasiado rápido de la persona menos indicada. Pero aceptaré tu oferta de todas formas. Veamos si conduces tan rápido como aprendes”.
* * * * *
Germán conducía rápido, o al menos todo lo rápido que su veterano Seat Toledo y las cada vez más draconianas normas de circulación en los alrededores de Barcelona permitían. Su único problema era encontrarse a casi mil kilómetros de su territorio habitual, por lo que no pudo evitar sentirse un poco perdido. Por suerte Fatimah tomó el asiento del copiloto y logró guiarle a través de la laberíntica telaraña de autopistas, túneles, entradas y salidas, y no tardaron demasiado en llegar a su piso en el distrito de Sant Martí, al este de la ciudad.
No fue hasta entonces que Fatimah descubrió el grave error que habían cometido, a pesar de su evidencia.
“Un momento, ¿de verdad pensáis pasearla por la terminal con esas pintas?”
Por supuesto se refería a Saber, que no estaba dispuesta bajo ningún concepto a dejar a su Master solo y desprotegido. Y su vestimenta era un problema, y de los grandes. No es habitual ver muchas jóvenes ataviadas con armadura caminando por Barcelona en un día normal, y faltaban unos cuantos meses para Halloween, así que era bastante probable que atraería bastante atención no deseada (de un escuadrón completo de guardias de seguridad y policías, para empezar) si deambulaba por el aeropuerto de El Prat con semejante apariencia. Incluso sin tener en cuenta la armadura, su anticuado vestido azul era cualquier cosa menos discreto.
Por ese motivo, la Servant siguió a las otras dos mujeres hasta el piso para coger prestada algo de ropa de Fatimah, mientras Germán esperaba fuera. Lo que vio cuando volvieron quince minutos más tarde le hizo frotarse los ojos.
“Eh, a mí no me mires”, Fatimah protestó preventivamente, “ha sido Rin quien lo ha elegido. Pregúntale a ella, por lo visto le ha parecido la mar de divertido”. Señaló hacia la maga, quien reía entre dientes mientras arrastraba una pesada maleta hacia el coche.
Germán no pudo evitar mirar fijamente a su Servant. Por algún motivo, esos holgados tejanos, deportivas blancas y camiseta negra con el logotipo de algún grupo de heavy metal del que no había oído hablar en su vida (‘Kamelot’) y el dibujo de una criatura semejante a una hada con resplandecientes ojos blancos parecían completamente fuera de lugar sobre el pequeño cuerpo de la joven. La propia Saber no pareció inmutarse, a pesar de haber cambiado su vestido azul por una vestimenta de apariencia bastante masculina, pero... de algún modo, no parecía sentarle bien.
Nota mental: ir de compras con Saber cuanto antes mejor, Germán pensó mientras volvía a encender el motor. Ah, y si Fatimah alguna vez comenta la posibilidad de prestarle algunos de sus CDs para ‘ayudarle a entonarse con los tiempos modernos’, agarrarla por el brazo y huir. Rápido.
* * * * *
Al final llegaron con tiempo de sobra, lo que sirvió a Germán para recibir una palmadita en la espalda y un algo reacio “bien hecho” por parte de Rin. La hechicera acababa de enviar su maleta hacia el laberinto subterráneo de cintas transportadoras cuando Saber se acercó a ella.
“Eh, Rin, ¿te importaría si habláramos durante un minuto? ¿En privado?”. Señaló tímidamente hacia el otro extremo de la abarrotada terminal, lejos de Germán y Fatimah, quienes les miraban con curiosidad.
“Uh, claro. Eh, chicos, vamos allí un momento. Si os pillo escuchando a hurtadillas os cortaré las orejas”, la hechicera dijo con una sonrisa encantadora antes de abrir el camino.
“No hablaba en serio, ¿verdad?”, Germán preguntó, viéndolas partir.
“Quién sabe”, contestó Fatimah. “Pero si yo fuera tú no iría a comprobarlo, por si acaso”.
* * * * *
“Perdóname por eso”, dijo Rin, señalando la camiseta prestada de Saber con una sonrisita traviesa. “Era demasiado bueno para dejarlo pasar”.
“Oh, no te preocupes. En cualquier caso, estoy segura de que ninguno de los dos comprendió el significado”. La joven de pelo claro mostró una rara y breve media sonrisa antes de volver a su semblante serio habitual. “Dejemos eso de lado, Rin, sólo quería decirte que...”
“Si vas a decir ‘lo siento’ o alguna variante del mismo tema, voy a tener que darte un coscorrón en esa cabezota hueca que tienes sobre los hombros”, Rin la interrumpió inmediatamente. “Las dos sabemos que no tuviste ninguna culpa”.
Te equivocas, Rin, Saber pensó con la mirada baja. No lo dijo en voz alta, sin embargo. En su lugar, preguntó vacilante: “¿Cómo... cómo están todos? ¿Shirou está...?”
“Vivito y coleando”, Rin contestó, con cierto dejo de orgullo en su voz. “Ya le conoces, no morirá ni siquiera si una montaña se derrumba sobre su cabeza. Sakura también sigue bien. Ahora son una feliz parejita de recién casados, y también los nuevos Segundos Dueños de Fuyuki. Rider les está cuidando, al final resultó ser una chica bastante fiable... Perdimos a Ilya, sin embargo”. El semblante de Rin se oscureció. “Maldita cría... por lo visto se sacrificó para desactivar el Grial y a la vez salvar a Shirou. Le debemos muchísimo”.
Saber asintió mientras escuchaba, cerrando sus ojos mientras los recuerdos (un Master pelirrojo, torpe y terriblemente ingenuo, una amable adolescente con un oscuro secreto que literalmente reptaba en su interior, una pequeña niña de pelo blanco y su gigantesco compañero de piel oscura, una explosión de luz blanca que incineraba todo a su alrededor) le abrumaron. “Ya veo... Supongo que era pedir demasiado...”
Rin la observó con compasión. Es curioso, pensó. Cuando nos encontramos por primera vez ella estaba intentando cortarme la cabeza con esa espada invisible. Después nos convertimos en aliados gracias a la cabezonería de Shirou. Y entonces... la Sombra se la llevó, y de nuevo volvimos a intentar matarnos la una a la otra hasta el final. Y sin embargo, aquí estamos de nuevo, y aún creo que podríamos ser amigas si lo intentáramos...
“¿Eso es todo lo que querías decirme, Saber?”, preguntó en voz alta, sabiendo la respuesta de antemano.
Como esperaba, la Servant negó con la cabeza y volvió a bajar la mirada. “Necesito tu consejo. Estoy... estoy asustada, Rin. Es algo que jamás he sentido antes, y no sé cómo debo actuar”. Levantó la mirada para encontrarse con la expresión más tierna que había visto jamás en la cara de la hechicera.
“¿Cual es tu mayor miedo, Rey de Caballeros?”, Rin preguntó con una cálida sonrisa.
Saber volvió a bajar la cabeza, pero no dudó en su respuesta. “Temo a la traición”, dijo en un susurro casi inaudible. “Perdí mi vida y todo lo que amé en lo más profundo de mi corazón por traición. Y sin embargo, me alcé de nuevo para continuar mi misión, sólo para ser traicionada una y otra vez por la codicia y el engaño. Incluso cuando mi objetivo estaba finalmente a mi alcance, la traición me lo quitó”. Se detuvo, y levanto la mirada de nuevo. No había lágrimas en sus ojos verdes, Saber era demasiado orgullosa para eso. No obstante, Rin pudo sentir la terrible tristeza que había enterrada en sus profundidades.
“Pero lo que temo por encima de todo lo demás”, su voz volvió, “el más oscuro de mis terrores, la visión que hace que mi mente y mi alma griten de dolor, es la idea de convertirme yo misma en una traidora”. Con la voz rota, Saber volvió a ocultar su cara antes de pronunciar dos palabras más, palabras que Rin apenas fue capaz de entender.
“De nuevo”.
* * *
“Eh, un momento, ¿la está abrazando?”. Fatimah parecía absolutamente anonadada.
“¿Tan extraño es que Rin le de un abrazo a alguien?”. Germán, en cambio, estaba desconcertado. “O sea, no es que pueda ver mucho desde aquí, pero diría que Saber lo necesitaba”.
“Vale, pero no esperaba que fuera a ser ella quien se lo diera. Rin no abraza, punto”. La joven mujer se rascó la cabeza, confundida. “¡Aaah, maldita sea! Daría una pierna por enterarme de qué diablos están hablando...”.
Germán resopló. “Siempre puedes acercarte por allí y ofrecer las orejas en vez de la pierna, y luego volver y explicármelo todo”. Empezaba a encontrarse cómodo hablando con la espadachina. Sólo habían necesitado un día, un intento de allanamiento de morada (fallido) y una noche horriblemente larga escuchando a una hechicera parlotear sobre magia. Es curioso cómo algunas amistades surgen de la forma más inesperada, pensó, inconscientemente reflejando lo que había pasado por la mente de Rin hacía unos momentos.
“Ja-ja, en tus sueños”, contestó Fatimah. Por fin podían hablar en español, ahora que no estaban obligados a complacer a ningún extranjero. Fatimah llevaba viviendo en Barcelona desde los tres años, y tanto su castellano como su catalán eran impecables.
En el extremo opuesto de la sala, Rin hablaba tranquilamente con Saber mientras la Servant escuchaba con atención. “Eh, Germán”, Fatimah preguntó, súbitamente seria. “Sabes que esa chica tiene un montón de secretos peligrosos escondidos, ¿verdad?”.
Germán sonrió. “Caramba, ¿una heroína muerta sin nombre llegada del pasado y resucitada por una máquina de conceder deseos tiene secretos? Sí, creo que es bastante probable. ¿Y?”.
“¿Seguro que te parece bien? Se supone que eres su Master después de todo, será una tarea complicada si te oculta información importante...”
“Cierto, pero... ¿sabes una cosa? Tengo el presentimiento de que me explicará sus secretos en cuanto esté lista para hacerlo”, dijo Germán, sonriendo con calma. Las dos distantes figuras parecían haber terminado su charla, y acababan de comenzar su lento regreso hacia ellos.
“No puedo decirte exactamente por qué, pero... creo que puedo confiar en ella”.
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